En la infancia solía escuchar la frase a la hora del sueño («Ven a dormirte en el balance»), o cuando mis padres procuraban alertarme sobre un posible accidente entre juegos bellacos («Cuidado, no te vayas a coger el pie con el balance»).
Pero con el tiempo he descubierto que un balance no es solo un artefacto para mecerse, capaz de pillarnos un dedo en el descuido. Un balance puede ser también, en nuestro entorno, una reunión aburrida y perfumada en la cual se ejercita hasta la saciedad la jerga tecnócrata, almidonada, enmohecida… y que, como el sillón oscilante, consigue muchas veces conducirnos al bostezo. (más…)