Érase un hombre docto, versado en mil temas terrenales, que gastaba los días hablando de sus pergaminos y sus glorias.
Conducía cada conversación por los caminos ampulosos de su ego: «Yo soy Máster en Astronomía, Doctor en riego y drenaje, experto en lombricultura, ingeniero en geodesia y cartografía, especialista en producción del plátano extradenso…»
Cierta vez el sujeto fue invitado a una playa azulísima para que disertara sobre las propiedades del agua marina, tema en el que era «uno de tres mejores en América Latina». Y aconteció que en medio de su explicación, encima de un pequeño yate, el ilustrado cayó en el corazón de una ola, que empezó a ahogarlo. Entonces el más humilde de los presentes lo sacó por el pelo; pero después de salvarlo le espetó: «Usted podrá ser muy astrónomo y científico; sin embargo, no sabe nadar. Aprenda, los títulos no son todo en esta vida». (más…)