No sé si fue un mango a destiempo o unas ciruelas sin madurar, lo cierto es que en estos días resulté víctima de una ingesta; o para decirlo en el argot más popular: de un empacho tremendo.
Dolores estomacales, diarreas, dolores de cabeza, malestar generalizado y falta de apetito fueron los síntomas; aunque ahora, como ha pasado el tiempo, pueda que haya olvidado alguno.
Pero no escribo hoy para contarles de mis males que me sacaron durante varias fechas de circulación, sino para comentar sobre ese personaje imprescindible en esta era, que no pueden eludir ateos ni creyentes: el sobador de empachos, aquel que elimina las “bolas pegadas” en nuestro aparato digestivo.
Es cierto que durante un período la ciencia médica era reacia a aceptar el “empacho”, mas ya lo admite aunque no precisamente por ese nombre y define otras terapias farmacéuticas para eliminarlo.
Conocí sobadores de empacho desde la infancia en mi barrio de Cautillo Merendero. Mi propio padre, Luis Jesús Castro Castillo (Papi), solía quitarme el empacho con masajes continuos por el abdomen; aunque a veces me remitía a la casa de Hilda (madre de Armando Cabrera), quien lo hacía con el método más tradicional: sobándome las pantorrillas y bajándome de ese modo las pelotas que se acumulan en esa zona del cuerpo cuando existen males digestivos.
También acudí de vez en cuando a Loyda, esposa de mi rival ajedrecístico, Oscar Yero, la que usaba unas extrañas mediciones con su codo y la cinta métrica, que luego cambiaban cuando me rezaba y me hacía cruces a la puerta de mi estómago.
Años más tarde, en la Universidad de Oriente, Onelio Castillo Corderí, hoy brillante periodista de la radio cubana, esposo de otra periodista camagüeyana, Zaritma Cardoso Moreno, también empleaba ese método de las mediciones y los rezos inaudibles, aunque él utilizaba una toalla.
Realmente no me fío mucho de ese procedimiento que me parece más bien fruto de la sugestión; pero lo respeto y si sigue dando resultados, ¡adelante!
En los dos primeros al menos existe un contacto con el cuerpo y una estimulación sanguínea vinculada de alguna forma a la acupuntura; sin embargo, hasta los sobadores tradicionales por el abdomen lo han abandonado por los riesgos (incluso hasta de desprendimiento de órganos) que entraña.
Pues bien, esta vez, a insistencia de mi esposa con nombre de actriz, Susana Pérez Rosales, me fui hasta la casa de Valdubina, una vecina nueva que se ha mudado para la calle Línea, en Micro V, en el reparto bayamés Antonio Guiteras.
Mi sorpresa fue grande: más de 15 personas aguardaban la cola para sobarse. Del tiro, tuve que irme; pero volví por la tarde y pude, al fin, sobarme.
Valdubina tiene 79 años y un ojo medio gacho, acaso por la edad. Soba a una velocidad asombrosa pues apenas detecta las “bolas” en las piernas las elimina en el acto. Luego brinda un vaso con agua “bendecida” del que hay que tomarse tres tragos.
No soba, como es tradición, con aceite; sino con una crema. Y tiene “ojo clínico” porque en mi presencia llegó un niño empachado y en el acto dijo: “Le ha dado fiebre”; después que los padres asintieron señaló: “Le va a coger la garganta”.
Valdubina es de Cauto Embarcadero pero vive en Bayamo “hace mucho tiempo”, según me dijo.
También emplea un paño rojo en caso de dolor extremo. En el portal de su casa en segunda planta muestra una foto de Fidel Castro, otra de Hugo Chávez, y una pequeña efigie de San Lázaro, que en Cuba es una mezcla de dos personajes distintos: Lázaro, amigo de Jesús – aquel que fue canonizado por la Iglesia Católica Romana – y Lázaro el harapiento, mendigo de muletas y de las piernas llagadas, rodeado de perros.
La fama de Valdubina es tal que acuden a su hogar personas de todas las edades y de distintas profesiones y oficios. No cobra, pero siempre los sobados le dejan un peso, 40 centavos y hasta cinco pesos, “lo que me den”, señala.
“Yo no iba a sobar más, pero me dijeron si no lo hacía me iban a tirar en cama y así me pasé tres meses mijo”, me contó.
“Después que volví a sobar me paré enseguida”. A ella se le adjudican historias increíbles como que es capaz de sobar a hijos por intermedio de los padres o que puede volver a echar “la bola” del empacho a los incrédulos.
Mi propia suegra, Idalmis Rosales Rosales, me aseguró que una vez fue sobada por ella. Y, asombrada por su velocidad, le preguntó: “¿Ya?”. Y a esto Valdubina contestó: “¿Quieres que te lo eche de nuevo? Espérate”. Y le devolvió el empacho.
Yo no he llegado a ver esas cosas. Creo en lo que veo, mas siempre dejo margen a lo insólito. Al menos a mí se me compuso el estómago, aunque ahora mismo los dejo porque me voy al baño.
pues yo soy una paciente que pensó que el empacho solo era de los niños y sorpresa me toco yo andaba mal y mal del estomago con lengua blanca y cara pálida y nada me funcionaba pero no era in fección una comadre me dijo puede ser empacho y fui a que me sobaran que bendición fue ha sido mi cura ya ando bien de mi estomago y las personas que curan son llenas de bondad cobran muy poco que Dios las bendiga a GRACIAS
Hola Oviel,
hasta acá me trajo el buscador de Google. Debo decir que me he quedado «to loco». Nunca había oído hablar de la existencia de estos médicos-magos que eliminan «esas bolas».
Ciencia y fé unidas en una práctica médica propia, que, te pido permiso, contaré pronto a mis alumnos en la universidad en España.
Un saludo,
Púes te diré que es muy cierto,personalmente lo he visto,incluso algunos desmayarse cuando lo están sobando,pero se recuperan de su problema
Claro que funciona. Yo hay veces que quisiera que mi tia estuviera aqui para quitarme un emapacho de una buena sobada. Ella soba por las piernas y ponia mentol en el ombligo. Y cura, claro que cura. Yo soy muy incredula pero al experiencia de primera mano me hace creer en la sobada. Ademas es por masajes en ciertos puntos del cuerpo, es tipo acupuntura.
Osviel, estuve atenta a tu comentario, porque el tema me toca muy de cerca. Mi mamá también es experta en quitar empachos. Tuvo que aprender, casi por obligación, pues a mí de pequeña me salían con mucha frecuencia «esas bolas» en las pantorrilas. Ahora muchas personas acuden a casa y les tienen mucha fe. Ella es de las que te hace tomar tres tragos de agua y dar igual número de brinquitos.
Le voy a dar a leer tu trabajo.
Pues un poquito de fe por aquí, y un poquito de ciencia por allá, hacen maravillas…