Héctor Luis Leyva Cedeño tiene 23 años y no puede hacer caligrafías ni andar por sus propios porque al llegar a este mundo padeció una parálisis cerebral que le limitó los movimientos.
Sin embargo, al entrar a mi oficina una de estas calurosas mañanas habituales en Cuba, me sorprendió con una confesión: él escribe. Es decir, fabrica cuentos que los niños y los menos niños devoran con placer. Y ya ha hecho de su silla de ruedas una «nave espacial», con la que llega a cualquier parte, siempre espoleado por sus amigos.